“En cada generación es obligación de cada persona asumirse como si ella misma salió de Egipto.”
Así rezamos hoy en la noche de Pesaj, la pascua judía. Cuando celebramos la salida de los judíos de la esclavitud del Faraón.
Y así estamos hoy, 5000 años después, arrastrando nuestros Egiptos internos. Nuestras esclavitudes. Nuestras rejas. Nuestras limitaciones (puestas y auto-impuestas). Esperando ser liberados…
Siempre aprendí que Pesaj es donde se celebra la "Liberación". En donde Dios, el actor principal, nos liberó a los judíos, los actores pasivos, de la esclavitud de Egipto.
Nos sacó, ÉL a nosotros. Con mano fuerte y brazo extendido. Nosotros obedecimos y lo seguimos.
Pero entre más pienso, y más aprendo de judaísmo y su relevancia en el mundo actual, más me doy cuenta que la verdadera historia de Pesaj, esa que ha perdurado de generación en generación y esa que HOY es más importante que nunca, NO es sobre la liberación que Dios nos CONCEDIÓ, es sobre la manera en la que nosotros nos liberamos. Nosotros. A nosotros mismos. TODOS LOS DÍAS.
La manera en que logramos liberarnos de nuestros propios “Egiptos”. La manera en que enfrentamos nuestros propios miedos, los trascendemos y caminamos hacia adelante. No siempre con éxito, no siempre sin dudas, muchas veces con dolor, pero siempre hacia adelante. Siempre con valor.
La verdadera lección de Pesaj no es sobre lo que Dios hizo o puede hacer por nosotros sino sobre lo que nosotros podemos y debemos hacer por nosotros mismos.
Cuando Moises se encuentra frente de una zarza ardiente que le habla y que le pide liberar a todo un pueblo, no dudo que haya estado aterrado. Pero lo primero que contesta es “hineni”. Aquí estoy. Listo. En presencia plena. Dispuesto. Estoy listo para actuar. Para hacer. Para medirme ante las circunstancias. Para estar a la altura. Para liderar al pueblo a salir de Egipto.
Y, a la par, los judíos se encuentran frente a la idea de dejar lo conocido, por más pinche que haya sido la esclavitud, y salir al desierto y a lo incierto (hasta rima). Perseguidos por un ejército completo. Sin destino aparente, con la enorme posibilidad de que el desierto se convirtiera en su tumba.
Pero, aun así, agarraron el pan sin leudar, y sus pocas pertenencias, y salieron de su Egipto. Todos enfrentaron sus miedos y dudas y “porques no” y se armaron de valor y actuaron. No dudo que hayan ido con temor, en cada paso del camino, pero fueron. Ellos. Cada uno de ellos, en su libre albedrío, dieron el primer paso y el segundo y el tercero…
Dios pudo haber sido el artífice, el catalizador, pero fue la acción propia, el valor individual, el enfrentar y vencer cada uno a sus miedos, lo que hizo que se escribiera la historia de libertad.
Ojalá este Pesaj todos, judíos y no, podamos oír a nuestras zarzas ardientes internas, encontrar nuestra misión personal de libertad, vencer nuestros miedos y ACTUAR.
Nuestro camino no será siempre con éxito, no siempre sin dudas, muchas veces con dolor y miedo, pero siempre ir hacia adelante. Siempre con valor.
La libertad no viene de lo que otros, incluso Dios, nos conceden sino de lo que cada uno de nosotros hace por y para si mismo. Siempre respondiendo ante los retos con “hineni”, aquí estoy. En presencia plena. Dispuesto. Listo para actuar. Para hacer. Para medirme ante las circunstancias. Para dejar atrás mis propios “Egiptos”.
“Dayenu” significa que habría sido suficiente.
Pero para los judíos este año, parece que nunca lo es.
Si tan solo hubiéramos sufrido el antisemitismo global —Dayenu.
Si tan solo hubiéramos soportado la guerra en Gaza —Dayenu.
Si tan solo hubiéramos enfrentado el terror, los secuestros, las violaciones, las masacres, los ataques desde siete frentes —Dayenu.
Pero lo hemos sufrido todo.
Esta Pascua judía, al cantar Dayenu, recordamos:
Ya basta.
Basta de odio. Basta de silencio. Basta de dolor. Basta de mantener a nuestro pueblo como rehén.
Y aun así, sobrevivimos. Cantamos.
Exigimos que el mundo vea nuestra humanidad.
Am Yisrael Jai ✡
Yo también estoy saliendo de mi “Egipto”, de mis limitaciones y mis miedos y ver que no estoy sola y que hay quien me entiende y me da ánimos para seguir. Gracias por tu columna iluminadora y reconfortante.