Hablar del “peor día” desde el 7 de octubre del 2023 puede parecer redundante y ridículo. Han habido días tan nefastos, para cada parte involucrada, que la escala de peor-más peor-peorsísimo ya no tiene ningún significado.
Hablar del “peor día” desde la comodidad de mi casa a miles de kilómetros de distancia es hasta cínico. Qué sé yo de peores días.
Pero heme aquí en medio de una crisis de conciencia y mi psiquiatra no atiende en fin de semana. Además este blog (idea de él) es justamente para poner mi cabeza en orden y auto-terapearme.
Lean bajo su propio riesgo. Lo que pasa en estos momentos por mi mente es negro, políticamente incorrecto y, probablemente, me arrepienta de haberlo escrito.
Pero ahí va.
Llevo semanas de desesperanza. Con cada semana del cese al fuego y la liberación de los rehenes mi desesperanza se ahonda.
Yo, que desde siempre (y sobre todo en los últimos 500 días) había pensado que la paz era posible, hoy me doy cuenta que no. Yo, que siempre he abogado por los buenos en Gaza (que estoy segura que existen), me doy cuenta que no son suficientes para contrarrestar la maldad de las masas. Yo que siempre había pensado en que las soluciones deberían de ser cautelosas y prudentes me encuentro con gente que piensa que la propuesta de Trump “no está tan mal”, “es pensar afuera de la caja” (de esto escribí la semana pasada aquí) señal inequívoca de que ya no existe cordura.
Por lo menos regresan los rehenes, me dirán ustedes, es una pequeña luz.
Pinche luz culera, diré yo. Cada vez regresan en peor estado. Cada vez regresan a vidas más truncadas y cada vez sabemos que hay menos posibilidades de que el resto de los rehenes estén vivos. Pinche luz que sólo avisora la oscuridad que viene.
Bueno, dirán ustedes, Hamás está desarticulado, algo se logró. Cada vez las escenas de la liberación de los rehenes (en medio del show de luz y sonido de Hamas) me demuestra lo poco que avanzamos. Líderes abatidos dieron lugar a otros líderes, mucho más pendejos y con el mismo nivel de irracionalidad. Ver las fotos con los autos nuevos de Hamas (pristinos de limpios), con lonas recién impresas, con luz y sonido, con uniformes militares nuevos, con “goody bags” que les reparten a los rehenes liberados como si hubieran sido invitados a una fiesta y se llevaran su bolo (WHAT THE FUCK), con las mujeres aventando flores a los “héroes”, me comprueba que con Hamas no existe la más remota posibilidad de paz y con mucha gente de Gaza, tampoco.
Líderes que quieren lo mejor para su pueblo (o por lo menos un futuro próspero) después de una guerra trágica (que sin duda lo fue) buscan reconstruir, no hacer un show mediático para perpetuar su discurso, el discurso de víctimas triunfadoras que ni es cierto (NADIE salió triunfante) ni permite la reconstrucción de la fibra social de Gaza que es fundamental para salir adelante.
Estas escenas que, además, para lo único que sirven, es para darle fuerza a la extrema derecha israelí y empuja a la derecha a la población. Y, tristemente (aquí va lo políticamente incorrecto), no los culpo. Las escenas me parten el alma, puedo entender la frustración y el enojo.
Creo que lo que más me angustia es que yo pensaba que el final de la guerra iba a marcar la posibilidad a un nuevo principio.
Imaginemos, casi casi como cuento de hadas porque los ceses al fuego tienen más riesgos que certezas, que este SÍ sea el camino final del conflicto, el camino que sigue es uno en donde NO HAY UNA PUERTA A NADA. En donde no hay con quien, ni como, ni cuando, construir una paz duradera. En donde los interlocutores y mediadores buscan sacar raja personal. En donde las víctimas civiles (de ambos lados) fueron daño colateral. En donde los israelís van a seguir viviendo acosados y los gazatíes asediados por el yugo de Hamas.
En donde decisiones y caminos congruentes, pensantes y lógicos van a ser imposibles.
Hoy en la mañana, cuando me levanté en medio de la angustia, mi marido me recordó una frase de Juan Manuel Serrat: Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.
Hoy no le veo remedio.
Gracias por escribir esto, creo que muchos pensamos lo mismo, pero no sabemos ponerlo en palabras. No podía creer lo que vi hoy, la tristeza que me dio ver a estos 3 hombres en ese estado. Como dices cada secuestrado que liberan es una historia de horror.
Y esto no ha terminado.
Gracias por compartir tus pensamientos
La tristeza nos une y no le veo fin
Un abrazote