La maravilla de tener este espacio es que me ahorro, a veces, la consulta con mi psiquiatra.
Perdonaran los typos. Escribo esto a las 5 am sin lentes. La ironía de la edad es que ahora necesito lentes para ver de lejos y lentes para ver de cerca. En la oscuridad del cuarto de hotel no encuentro ni unos ni otros.
El recuento de los daños me da vueltas en la cabeza. ¿Qué pasó? ¿Se pudo haber prevenido? ¿Resuelto?
Me entra la culpa porque en medio de la tragedia que es este conflicto (7 oct, Gaza, ayer quemaron una sinagoga en Australia), esto que me pasó a mi, que es comparativamente mínimo, me truena.
Se los platico: Hace unos meses dos amigos muy cercanos y muy brillantes (no judíos) me propusieron hacer un foro en la FIL Guadalajara sobre la conversación que se está dando en torno a Israel y Gaza. No sobre el problema es si, sino al efecto que tiene en la conversación pública a lo largo del mundo.
La idea era sentarnos A CONVERSAR 4 personas con posturas completamente diferentes en el conflicto. Dos judíos y dos árabes. Con cuatro posturas totalmente diferentes.
Preparar mis palabras no fue facil, escribí y reescribí cientos de veces. Quería yo que los otros ponentes (a quienes admiro enormemente) me sintieran a su altura pero, sobre todo, quería conectar con un público que, sabía yo, podía estar en contra de mi postura y ser hostil.
La UdeG ha sido un centro de mucha ebullición pro-palestina.
¿Miedo a violencia? Fue un tema que surgió varias veces. Todos estuvimos de acuerdo en que fuera de unos gritos (a los que ya estoy acostumbrada) no iba a llegar a más.
Vaya inocencia. Vaya incapacidad mía de ver de cerca y de lejos.
El evento se convirtió en un desmadre de violencia verbal que poco faltó para llegar a los golpes. En el minuto que el primer ponente empezó a hablar se levantaron como el 80% de los asistentes (obvio en un “ataque” nada orgánico, todo planeado) a gritar con banderas y pancartas.
Algunos de esos gritos y pancartas dirigidos directamente hacia mi. Mi fama me precede, al parecer.
Tratamos de quedarnos en la mesa para promover la conversación QUE ERA EL OBJETIVO DE LA MESA. Pero a los pocos minutos nos dimos cuenta que era imposible.
Gritos de genocidio, insultos, agresiones.
Las fuerzas de seguridad de la FIL nos sacaron y, después, tuvieron que hacer una cadena humana para “protegernos” de los manifestantes que estaban esperándonos al salir del auditorio.
Lo único que me acuerdo de ese trayecto (entre el auditorio y un salón seguro) fue la voz de Alfredo mi esposo que venía atrás de mi y mi “guarura” diciéndome repetidamente: no llores, no llores, no llores.
No pasó a mayores… no sé que hubiera sido “mayores”.
Hoy, a las 5 am, el único sentimiento que me embarga es el de enorme tristeza. Enorme. De entender tres cosas: una que no hay capacidad de diálogo, de que la violencia va a ser creciente, de que el antisemitismo es voraz y de que hay gente e intereses que están promoviendo estas manifestaciones de odio. (Fueron cuatro cosas).
Dentro de la tristeza me confirma la convicción de que el único camino adelante es el activismo. El ir con la cabeza levantada y orgullosa. El promover el diálogo aun cuando sea difícil. Esa es la única manera que vamos a poder ver de lejos y de cerca.
Ya te leí, queridísima Adina, y lo lamento. Fueron los mismos que trataron de estallar mi presentación. Yo también tuve que salir escoltada. La suerte fue que, en mi caso, les impidieron la entrada. Seguiremos defendiendo LA VERDAD, la ética y la justicia, los valores de Occidente: diálogo, respeto y democracia, sobre todo NUESTRAS LIBERTADES. Siento en el alma lo que pasaste. Son pocos, muy vociferantes, queriendo imponer una "verdad" única, una mentira ideologizada, una campaña de linchamiento colectivo con la que convencen de su "vocación humanitaria" y en defensa de los supuestos "derechos humanos". Es tiempo de valientes como tú. Tiempo de levantar la voz y rescatar la verdad.
Adina…no me sorprende que quieras llorar y no puedas. Que sentimiento de impotencia más grande. No siempre comparto tus posturas pero justo por eso me parece tan importante leerte. No estaré de acuerdo con lo que dices pero siempre defenderé tu derecho a decirlo. Es fundamental poder tener conversaciones con gente que opina diferente a nosotros y me da pánico vivir rodeada de espejismos y cámaras de eco. También me dan ganas de llorar.