En Jerusalem reina una calma chicha.
Todo igual pero todo diferente.
Estuve hace poco más de un año. Las calles son las mismas. Los restaurantes son los mismos. El frappe de Aroma, el mismo.
Pero todo es diferente.
Aun siendo hoy la ciudad más segura de Israel.
Más soldados.
Más civiles armados.
Menos movimiento porque el turismo es prácticamente nulo.
Pero sobre todo un ambiente de pesadumbre.
It is sorrow. Me dice mi prima a la hora de la comida.
Sorrow. No encuentro la traducción exacta. Más allá de la tristeza. Pesadumbre. Dolor.
En la mesa de hoy todos conocían a alguien (o a alguien de alguien) que estuvo en algún kibutz atacado o en el festival de Nova.
O que se murió o que se salvó o que mataron a su hija o que golpearon.
Sorrow y enojo. Por la situación, por este duelo colectivo y, también, por lo que pasa en Gaza.
Todos en la mesa han hecho el servicio militar.
A nadie (más que a mi) le es imaginario el peso de servir en el ejército, lo que implica. Todos entienden el dolor de la guerra (para ambos lados). Todos conocen a algún muchach@ que hoy está luchando.
Brindamos por que llegue un “día normal”. Le yamim reguilim.
Yo, en la angustia de la plática y del futuro, me bebo más de una copa.
Después salgo a caminar. Las calles iguales pero tan diferentes.
Acabo sentada en un lugar de hamburguesas que da, completamente, a la calle.
En la mesa de enfrente, 4 soldados activos cenan. No tienen más de 20 años.
No hay persona que pase y no los salude o les haga un guiño.
Una señora mayor con una andadera, se para enfrente de ellos los, bendice y les dice: “no se preocupen, jóvenes, Dios nos va a salvar.”
“Dios nos va a salvar, pero mientras tanto, le contesta uno de los soldados, estamos nosotros”.
“Pero mientras tanto, estamos nosotros”. Y ese nosotros son todos, todos los jóvenes de Israel. Y los no tan jóvenes. El ejército en Israel son todos
Siempre increíble leerte. Siempre mueven tus palabras y tu valentía. Tu viaje no es en vano. Tocas muchos corazones