El presente texto no tiene ningún objetivo de valor. No van a aprender nada. No voy a aportar nada a la conversación, nada que no se haya dicho. Sólo quiero vomitar en estas líneas mi angustia. Ojalá la puedan compartir conmigo. Las penas compartidas son. sin duda. menos.
La tragedia de la guerra en Gaza está hecha de muchas tragedias simultáneas, paralelas, confluentes.
Todas terribles. Ninguna minimiza a la otra. Ninguna es menos dolorosa.
La tragedia de la guerra, en sí, de la que todo el mundo (literal) habla y sobre la cual TODOS (LITERAL en mayúsculas) tienen una opinión, coexiste con la tragedia de 134 rehenes (o cuerpos de rehenes) que siguen secuestrados y que, poco a poco, el mundo parece haber olvidado.
No los olvidan sus familias.
No los olvidamos aquellos que, por ser judíos o simplemente humanos, llevamos la cuenta de los días que llevan secuestrados. Números hay hasta el infinito ¿hasta cuál vamos a llegar? Llevamos 190 ¿200? ¿365? ¿1000?
Pero los está olvidado el mundo occidental.
Ese mundo de las redes sociales tan manipuladas y binarias. En donde, al parecer, posicionarnos contra una tragedia nos impide empatizar con otra.
Ese mundo de la moral con el índice levantado que se siente inventor y garante de los derechos y garantías individuales.
El mundo de las causas justas que, al parecer, son selectivas.
Ese mundo de las organizaciones supranacionales que no han dado un carajo por hombres y mujeres que llevan más de seis meses secuestrados por _________ (encuentre usted el sustantivo correspondiente a Hamas y sus aliados). ¿Bajo qué condiciones viven? ¿Viven?
Ese mundo que pide un cese al fuego (que sin duda es inminente) pero que no dimensiona que Hamas rechaza los ceses al fuego porque, muy probablemente, no tiene con vida a los rehenes que tendría que entregar.
Ese mundo se está olvidando de ellos.
De los rehenes y su vida en cautiverio. Si es que a eso que imaginamos se le puede llamar vida.
De los cuerpos de los rehenes que “murieron en cautiverio” (el eufemismo woke de “los mataron sus captores”) y que Hamas sigue conservando.
Hay un tema que me descuadra. ¿Por qué chingados se quedan con sus cuerpos muertos? ¿Qué placer necrofílico tienen? ¿Dónde guardan los cuerpos de los rehenes que se empiezan a descomponer? ¿Los entierran? ¿Los dejan a la intemperie? Quién es su sano juicio considera un cadáver en putrefacción (porque eso pasa naturalmente) un botín de guerra.
Y el mundo se está olvidando, o quizá prefiere no ver, de las caras de sus madres. Que podrían ser yo. Y de sus padres, que podrían ser tu. No importa si eres judío o no. No importa si eres israelí o no. Todos podemos enfrentar la pérdida en vida de un hijo y la incertidumbre de su paradero. Todos podemos imaginar el horror de una hija violentada sexualmente por más de seis meses. Preguntémosle a las decenas de miles de padres y madres en México.
Estando en Israel a pocos días del 7 de octubre, cuando teníamos la esperanza fe que todo esto fuera una pesadilla corta y con final, conocí a los papas de varios de los rehenes. Sus ojos los tengo tatuados en el cerebro.
Su esperanza inequívoca me parte el alma.
¿Saben ellos que sus hijos pueden quizá no regresen? Le pregunteg a la psicología que nos acompañaba en las visitas.
“Lo saben pero no lo saben, me contesto ella entre críptica y desbaratada, si lo internalizaran no podrían ellos, las familias, sobrevivir”.
La tragedia de la guerra en Gaza está hecha de muchas tragedias simultáneas, paralelas, confluentes. Todas terribles. Ninguna minimiza a la otra. Ninguna es menos dolorosa. De TODAS tenemos que hablar. Ninguna se nos puede olvidar.
Lo que domina es la impotencia ante esta tristisima situacion, leerte es darle voz a nuestro sentimiento. Gracias
Muy triste. Y más triste todavía que al mundo de le olvidó ya el porque de esta guerra sin razón. Una situación que nunca debió de haber sucedido.