¿Por qué ya no escribes sobre Israel y Gaza? Me pregunta una amiga que, además de soportarme en vivo y en directo, lee este newsletter.
Uyyyy, le digo con una voz que personifica la certidumbre profesional, he estado ocupadísima escribiendo sobre las elecciones en México.
MENTIRA VIL.
Para escribir siempre tengo tiempo.
Es más, en las últimas semanas he escrito (o empezado a escribir) decenas de textos sobre Israel y Gaza. Decenas. Sobre Rafah, sobre Netanyahu, sobre los secuestrados, sobre los palestinos, sobre el antisemitismo, sobre el sionismo, sobre las estadísticas, sobre el pasado, sobre el futuro…
Los escribo pero no los publico. Los acabo borrando o archivando.
Los escribo, los releo y digo ¿para qué? Ni a mí me hacen sentido mis palabras.
Porque son palabras. De esas que tanto sobran y tan poco resuelven.
Porque no sé qué decir… corrijo, tengo mucho que decir pero no sé como decirlo.
Porque todo lo que escribo en estos días me suena hueco e inapropiado y demasiado simplista para reflejar lo absolutamente complejo de la situación. Lo absolutamente trágico, lo avasallador, lo interminable.
Porque nada de lo que escribo hace ninguna diferencia. Y no, no pienso que Netanyahu o Biden o Sinwar me leen y me hacen caso. Pero siempre he pensado que tengo un milímetro para aportar, para esclarecer.
Ahora no hay nada que se pueda explicar.
He borrado todo lo que he escrito en las últimas semanas, porque siempre trato de incluir en mis textos, por lo menos, una frase de cordura, de esperanza; no por perderme en el romanticismo (que en la guerra es inoperante) pero para dejar cierta esperanza de mejores días por venir.
Ahorita no veo cuando o cómo puedan llegar.
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La primera vez que viajé a Israel, 3 semanas después del 7 de octubre, todos decían que era cuestión de un trimestre para resolver las cosas.
Ocho meses y contando. No hay nada resuelto. Espero que el conflicto no se alargue hasta el 2025.
A ocho meses del inicio todo es mucho más complejo y pesimista.
No es que entonces no hayan estado complicadas las cosas… pero ahorita están de la chingada (traté de encontrar otro adjetivo, pero no lo encontré, perdón).
Los secuestrados, los soldados caídos, los civiles muertos, las ruinas, los escudos humanos, las operaciones militares, los civiles inocentes y los cómplices, Hamas en control, los problemas políticos en Israel, pocos o nulos interlocutores, Hezbollah atacando, Cisjordania hirviendo…
Con cada día que pasa, estamos más lejos de cualquier final. Finales felices, imposible. Pero no se vislumbra ni siquiera un final.
Ya nadie se puede o se quiere echar para atrás.
¿Qué quiere decir ganar?
Ya no importa.
Ya no hay ganar. Para nadie.
Ni para Gaza, ni para Israel, ni para los secuestrados, ni para las familias de los soldados, ni para Líbano si se recrudece la guerra en el norte… ni para los palestinos que, lo entiendan o no, son las primeras víctimas de el Hamas que dice luchar por ellos.
Cada día que pasa nos alejamos mas de una solución y dejamos cicatrices más profundas. Con cada día que pasa implica una más larga y tortuosa recuperación.
Mucha gente no judía piensa que los judíos obtenemos un placer mal sano al ver las escenas en Gaza.
Falso.
El estar inequívocamente a favor del derecho de Israel de existir y de defenderse y estar convencida de que Hamas (y sus patrocinadores) son la escoria máxima en la faz de la tierra, no exenta ni medio segundo el cuantificar el horror civil en Gaza.
La guerra es una serie de tragedias y errores, uno tras otro. Una vez que empieza, el espiral se vuelve incontrolable.
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Hace unos meses, regresando de mi segundo viaje a Israel, escribí en este blog la pregunta de “¿Es posible la paz?
Mi respuesta, en ese momento, fue: depende entre quién y quién. Refiriéndome a los diferentes actores, a los moderados y extremistas.
Hoy si hiciera esa misma pregunta me contestaría que no, que mientras dependa de los políticos no hay posibilidad de paz.
Los ciudadanos de a pie, la mayoría quiero pensar, están hartos, los políticos cada vez se van más hacia los extremos.
Ni paz. Ni victoria. Para nadie.
¿Que quiere decir ganar?
¿Retirarse y que Hamas se quede con Gaza para seguir martirizando a los palestinos?
¿Que la autoridad palestina tome control sobre Gaza cuando no han podido gobernar Cisjordania con miras a la prosperidad?
¿Qué Israel se quede en Gaza con un precio humano incalculable? ¿Que entregue Gaza y viva eternamente en Jaque?
¿Que dimita Netanyahu y entre otro primer ministro que tenga que lidiar con la misma manipulación y sin razón de los árabes (aunque si Ben Gvir y Smotrich dimiten me quitarían un peso de encima)?
¿Que se espere un plan de cese al fuego que nunca va a llegar y, que si llega, no se va a cumplir porque para Hamas y sus patrocinadores la vida y el futuro de los palestinos son sólo fichas de cambio?
¿Que se privilegie salvar a los rehenes a costa de la vida de los soldados? ¿Que se privilegie la vida de los soldados a costa de los rehenes?
¿Dejar un mundo (más allá de la zona de conflicto) enconado, en donde ni la lógica ni el diálogo existen, en donde el antisemitismo es rampante, en donde la manipulación es la nueva forma de crear la “verdad”?
¿Que quiere decir ganar?
No tengo la más mínima idea. Pero el significado de “perder” hoy lo entiendo a la perfección.
Esta sensación de orfandad. De un desconocido agujero negro.
Mi querida Adina, estoy de acuerdo contigo menos en "Porque nada de lo que escribo hace ninguna diferencia", tal vez no la "diferencia" que tu buscas, pero estoy segura que has sembrado mucha en nuestra manera de entender la realidad que estamos viviendo, en Israel, en Mexico y en nosotros mismos. Abrazos!!