Si hay algo que enarbola la inseparable relación entre Israel y los judíos de la diáspora, es el Mekupelet.
No, querida lectora, querido lector no judíos (porque los judíos entenderán) Mekupelet no es un grito de guerra o un saludo masónico y secreto.
Es un chocolate.
Quizá el mejor chocolate del mundo. De leche. Desmoronadozo…sabor y consistencia perfecta.
Chocolate que, por alguna extraña razón, nunca fue sujeto de los caminos de la globalización. Sólo se ha podido y se puede comprar en Israel.
La petición universal, desde que tengo memoria, cuando alguien te decía “voy a ir a Israel” y, por educación social, más no convicción, agregaba “¿se te ofrece algo?” Era “Tráeme Mekupelets”.
Y recibir (de dicha persona que, ahora, se veía obligada a cumplir la petición por buenas costumbres) un Mekupelet era la cosa más increíble del mundo. Un pedacito del cielo. Nada más santo y sagrado que una migaja (porque se desmorona) de ese chocolate. Evidentemente, si te traían más de uno, había que guardarlos escondidos como tesoros y degustarlos, uno por uno o medio por medio, en el momento ideal y con la persona perfecta.
El Mekupelet era la manera más perfecta de acordarse del Israel que habías visitado o del sueño del Israel que, algún día, irías a visitar.
Tenía años sin comerme un Mekupelet. Por la dieta, y los carbohidratos y la grasa y el cinismo de la edad adulta que duda de la magia que puede haxeeyde un chocolate.
Antes de venir a Israel platicaba con un querido amigo “Voy a Israel….¿se te ofrece algo?”
“Tráeme Mekupelets”
Y fui, y le compré y me compré uno.
Y ese placer de morderlo sigue delicioso, a pesar del paso del tiempo. y lo que representa y siempre representará, sigue siendo mágico.
Espero que te hayas acordado de tu tia favorita jajajaja!!! Amo los Mekupelet!!
A mi tráeme un Pezek Zman!!