A dos meses de la elección, para los que nos autonombramos como oposición, el país huele agrio.
Agrio por desencanto con el presente y futuro del país. Un tufo que no sólo tiene que ver con la serie de eventos desafortunados que vivimos cada día, sino con la impotencia que tenemos ante ellos.
Leer el periódico y las redes, o las conversaciones en la mesa de la familia y amigos, se ha convertido en diatriba deprimente e interminable de lo que NO podemos hacer para salvar a México.
Tenemos las manos atadas. Vemos la tempestad y, ni siquiera, nos podemos hincar.
Nosotros como ciudadanos NO podemos vetar la reforma judicial, ni actuar sobre la sobre representación, ni sacar al ejército de las calles; NO podemos capacitar a la policía, ni podemos combatir contra el narco o la inseguridad. NO podemos mejorar los partidos políticos podridos. NO podemos acabar con el circo de las mañananeras ni con el espectáculo marrullero que se ha convertido la diatriba entre los malos ganadores y los malos perdedores que dejó la elección.
Nuestra voz, fundamental en el ejercicio democrático, se oye por los legisladores y servidores públicos a contentillo; no cuando es algo que le conviene al país sino cuando es algo que les conviene a ellos para sacar raja política o personal. Faltan 3 años para la próxima elección, hoy nuestra voz les vale madres.
Esta impotencia lleva a desesperanza que se traduce en apatía y resignación. Lo PEOR que nos puede pasar en este momento como país es convertirnos en ciudadanos derrotados que perdamos la fe en la democracia y en las posibilidades de México.
Ya sabemos todo lo que NO está en nuestras manos, pero ¿qué sí?
Cantaba Arjona (Dios santo, no puedo creer que estoy citado a Arjona) “Jesús es verbo, no sustantivo”, lo mismo pasa con la ciudadanía.
Ser ciudadanos implica tener VOZ, en redes, en marchas, en discusiones, y VOTO, en las urnas, pero también hace inminente tener BRAZOS para actuar.
No en el campo político sino en el cotidiano, en el día a día del país.
Somos mucho más poderosos de lo que creemos para cambiar el país. No a través de nuestro interactuar con los legisladores o servidores públicos sino por las decisiones intencionadas, cotidianas, constantes, que podemos tomar en nuestra vida.
Acciones que están a nuestro alcance y que cuestan poco y pueden, sin duda, ayudar a reconstruir la tela social y económica de México.
Vivimos en un país, en un mundo, en donde los mecanismos de igualdad económica tienen que cambiar. No como un grito de estudiantes socialistas o políticos que marchan con los estandartes de Marx y el Che (¡muera el capitalismo!), sino como una necesidad pragmática y costo-eficiente: O ganamos todos o perdemos todos.
La misma desigualdad económica que mata a los más pobres es la que merma la seguridad y las oportunidades de los más ricos. Estamos en el mismo barco.
La diferencia es que como los “privilegiados” somos los que tenemos que tomar la iniciativa y actuar. No para suplir lo que el gobierno debe de hacer (que es impostergable) sino justamente porque lo que el gobierno tiene que hacer, aun con los gobiernos más eficientes e inteligentes (que no es nuestro caso) es insuficiente.
Los mecanismos de igualdad económica que han existido en México son ya anacrónicos e inservibles. La igualdad no se logra por medio de dádivas se da por medio de la educación (que equipara oportunidades) y de encontrar mecanismos que hagan a la persona partícipe activo en su salir adelante; mecanismos de participación de mercado de “suelo parejo”.
Necesitamos encontrarlos, diseñarlos, perfeccionarlos e invertir en estos mecanismos para poder encontrar un camino hacia un mejor México.
Entre ellos dos importantísimos:
Primero, el profesionalizar y dignificar, en condiciones, prestaciones y sueldos el trabajo doméstico. El dar de alta a nuestros empleados, de planta o de “entrada por salida” en el IMSS, firmar contratos que les garanticen trabajos decentes, bien remunerados y condiciones de vida dignas. El apoyar a nuestros emplead@s y a sus hij@s para que estudien y se capaciten y puedan salir del círculo de pobreza.
Segundo, el apoyar el comercio local, sobre todo el de pequeños empresarios y técnicos en la base de la pirámide. Tenemos que diseñar herramientas que lleven a su profesionalización operativa y, hoy más relevante que nunca, a su incorporación a la economía digital.
Estos negocios han visto un embate terrible a sus posibilidades de competir en el siglo 21. La imposibilidad que tienen de digitalizarse (en paralelo con los billonarios presupuestos de digitalización de los grandes corporativos) los pone cada, cada día más, en desventaja.
Y esto solo se puede hacer si nosotros como consumidores los elegimos a ellos. Cambiamos el país no sólo con el poder de nuestro voto, sino con el poder de nuestra cartera, de nuestras elecciones de consumo.
Comprar local se vuelve, hoy más que nunca, en la herramienta más poderosa que tenemos para cambiar a México.
A los vendedores de los mercados, a los pequeños emprendedores, a los pequeños negocios de servicios técnicos. A todos aquellos que tienen como mantra no el retorno a los inversionistas sino la educación de sus hijos.
Negocios que están muriendo lento pero que todavía podemos rescatar. Y no sólo rescatar. Hacer prósperos. NO como favor o caridad sino como una propuesta ganar-ganar, en donde nosotros tengamos los mejores productos y ellos las mejores posibilidades de progreso
Eso SÍ lo podemos hacer. Entre muchas otras cosas. Suena muy simple pero es lo más importante que tenemos en nuestro poder,
El ser consumidores con un enfoque de justica social y de comercio justo, el comprarle al marchante de la esquina o al plomero del carrito, o a la señora que está empezando un negocio, son granos de arena que nos hacen partícipes INTENCIONADOS en los cambios del país.
Jitomate a jitomate, tubería a tubería, pastel a pastel.
¿Va a acabar esto con el mierdero político en el que estamos inmersos? No, pero va a acabar con la impotencia y desencanto que sentimos y ESO es lo que necesitamos para darnos fuerza para construir un México mejor.
Hola Adina, como siempre muy atinada. Trabajo en Naucalpan ya muchos años (afortunadamente aún tengo trabajo a mis 76 años), lamentablemente hace más de 16 años que no vemos nada o casi nada de nuestras autoridades en cuanto a seguridad, mantenimiento de calles y banquetas. Cada día hay más baches y nadie que acuda a repararlos. Más puestos callejero de comida insalubre y lo peor es lo que mencionas. No hay civismo, el vale madrismo (perdón) de los que allí comen (?) llena la calle de basura porque ni un bote ponen "los marchantes" para tirarla. La grasa a las alcantarillas, etc. Las combis comportándose como verdaderos barbajanes sin que halla autoridad alguna que los ponga en cintura. Se pasan los altos, avientan sus carrocería sobre los carros, no respetan el 1 a 1, tapan los accesos, etc.
Es imprescindible que nosotros como ciudadanos tengamos más conciencia y entendamos que si nosotros dejamos de hacer todas estas estupideces, Estaremos aportando y ayudando a que podamos vivir un poco mejor y tal vez tener un poco de voz más fuerte para exigir los derechos que la constitución nos otorga.
Educar es la mejor arma para engrandecer a un país, ojalá y mis nietos lo logren ver.
Te mando un fuerte abrazo y felicitaciones por tu entrega y profesionalismo.
Michel
Muy cierto! Hay que comprar en pequeños negocios!