(Nota: Me siento bastante banal en escribir sobre lo que he perdido yo en esta debacle, sentada en mi casa, con un café, sana, con mi familia completa cuando hay tantos que han perdido tantísisisimo, pero sé que, en estos días, todos hemos perdido “algo”. Espero que mis “pérdidas” resuenen con ustedes.)
Además del horror de la masacre del 7 de octubre y de los horrores intrínsecos de la guerra en Gaza, las últimas semanas han sido unas de intenso dolor por lo que ha pasado en mi vida personal. Por lo que me he dado cuenta de mis amigos, conocidos, colegas, seguidos y seguidores.
La sorpresa sobre sus reacciones, sesgos, opiniones y silencios ha sido dolorosísisma. No conozco a ninguna persona judía que no esté compartiendo el dolor por la reacción de muchos en sus círculos cercanos.
Mucho he pensado en los últimos días sobre todo lo que he (hemos) perdido.
“Perdido” está mal dicho. Perdido es como cuando pierdes las llaves del coche y las buscas incansablemente hasta encontrarlas.
He dejado ir, con dolor, a muchas de las personas y cosas cotidianas que eran parte de mi vida. Gente y cosas importantes y otras banales.
Un periódico en línea en donde publicaba. Un grupo de mujeres feministas (las más inteligentes de México) al que pertenecía. Amigos cercanos. Cuates. Colegas. Contactos de trabajo. Amigues LGBTQ+ de los que siempre me consideré aliada incondicional. Seguidores en redes sociales a montón. Líderes de opinión y creadores de contenido a quienes admiraba. Familia cercana. Mi abogada. Mi proctólogo.
Los he dejado ir por su silencio abrumador hacia conmigo. Gente a la que siempre, en cosas grandes y detalles pequeños, les tendí la mano (y no, no llevo cuentas) y que en los días posteriores a la masacre no tuvieron los 30 segundos, la sensibilidad o la empatía para hablar o escribir. No porque esperaba un posicionamiento político/público pero un ¿Cómo estás? ¿Cómo está tu familia en Israel? Cuenta conmigo. Te abrazo. No tengo palabras. Un simple sticker. No porque espere ser yo el centro de la vida de nadie pero no quiero tener en mi vida a gente cuyos valores de empatía son nulos.
He dejado ir, a estos los he mandado a la porra, a los que postean información fake, sesgada pasivo-agresiva o, simplemente cabrona, sobre el conflicto. No, no todos tienen que estar de acuerdo conmigo; sí, entiendo la complejidad y las opiniones contrapuestas que genera este conflicto pero no quiero ser amiga de gente sin criterio. Gente que repite como merolico lo que lee sin tener a) el criterio y b) la intención de preguntar.
He perdido mi fe en el “movimiento feminista” por su doble moral cuando a delitos contra mujeres judías se refiere y su cobardía para levantar la voz.
He perdido mi sentido de pertenencia como judía en un mundo global al que sentía que, independientemente de mi religión, pertenecía de manera igual y democrática. Hoy me doy cuenta que no, que sigo siendo, en los ojos de muchos, La Judía.
He perdido mi sentimiento de seguridad física y emocional. Un, dos, tres por mi y por todos mis compañeros, al ver los incidentes crecientes y peligrosísimos de antisemitismo real que hay en todos los rincones del mundo.
He perdido el estilo. Gravemente. En varias discusiones. En donde el enojo y la pasión le ganan a mi inteligencia. A centímetros de convertirme en #LadyLoca.
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Más o menos una semana después del 7 de octubre, en el enojo y el dolor, empecé a hacer una lista de todos aquellos a quienes estaba borrando de mi vida. Una lista literal en las “Notes” de mi celular. Escribía los nombres con furia.
Alfredo, mi esposo que, para quienes lo conocen es obvio pero para quienes no lo conocen les platico, es mucho más inteligente que yo y la fuerza reguladora en mi vida, me dijo: Por qué no, mejor, hacer una lista de la gente que te ha sorprendido para bien.
Y tuvo toda la razón, porque dentro de toda la lista de pérdidas también hay una de cosas que he recuperado, menos larga pero mucho más nutrida.
Los conocidos que sin dudarlo, me mandaron un mensaje de apoyo. La Contadora que cada vez que me manda una línea de captura empieza preguntando cómo voy. El amigo no judío que cambió su foto de perfil por una bandera de Israel. Las amigas que han soportado mis breakdowns (lean lo anterior sobre la pérdida del estilo) sin remitirme a un psiquiátrico. Las que me siguen escribiendo a preguntar cómo voy. Las y los seguidores que me mandan parabienes y que si no entienden sobre el tema ME PREGUNTAN. Las cuentas de “influencers” que han arriesgado y perdido a miles de seguidores por tomar postura contundente (hey, theneatfreak). La gente no judía que toma un postura que no necesariamente es pro Israel pero es contundente en contra de Hamas y del antisemitismo. Mis amigos y conocidos judíos que antes no eran particularmente cercanos y con quienes ahora me escribo casi diario para compartir una noticia o un meme o un shabat shalom.
He recuperado mi fe en el poder enorme de la pequeña palabra de un extraño.
He reafianzado mi contundencia de la importancia de tomar postura en los temas que nos importan. No sólo los que nos atañen y nos duelen personalmente sino en los que atañen y duelen a alguien más.
Y he recuperado parte de mi identidad judía, que no la tenía olvidada pero sí un poco oxidada. He recuperado la importancia que tiene en mi vida el judaísmo. Aprender de él, vivirlo. Transmitir su sabiduría e inteligencia.
El ser en los ojos de los otros La Judía (como dije hace unos párrafos) me ha recordado que sí, sí lo soy y con orgullo.
De lo perdido, lo recuperado.
Eres una mujer tremendamente inteligente (y elocuente). Me encanta leerte, encuentro muy interesante tu percepción y tu punto de vista. A pesar de que no coincido con el 33.3% de tus opiniones, la labor que haces al compartir, al escribir, es muy grande. Que afortunados somos de que nos permitas ver a través de tu ventana. Yo soy de las que dejó de seguir a muchos influencers judios (theneatfreak, entre otros), yo soy de las que voltea los ojos cuando escucho que alguien quiere "defender" el tema, yo soy de las que no tiene una postura (o si, no se). Pero leer como ha sido para ti este proceso, ha sido muy enriquecedor. Ojalá que en la Burra Arisca pudieras agarrar este escrito y contarnos paso a paso que fue lo que pasó, porque #chisme #aprendemos #necesitosaberquepasóconelProctólogo. Lamento mucho tu dolor, gracias por ser tan honesta y repito, tan elocuente. El mundo no sería el mismo sin una Adina Chelminsky. Saludos desde Monterrey !
No estás sola en ese sentir de pérdida de los que pensabas eran tu gente. Al igual que tú hay cambios en la realidad compleja del ser humano .