Dialogar, verbo intransitivo. Dícese del acto de conversación entre dos o más personas intercambiándose el turno de palabra. Discutir puntos de vista para lograr un acuerdo. -Real Diccionario de la Lengua Española.
El diálogo ha muerto. Ha sido sustituido por hashtags, verdades totémicas, slogans baratos, descalificaciones e intransigencia absoluta. Me muero con mi verdad, porque es mi verdad y es la única verdad y más allá de la verdad.
El algoritmo de las redes sociales, ese que nos enseña sólo lo que ya sabemos/pensamos para ahondar nuestra certeza y lo orondos que estamos con esa certeza, nos tiene jodidos.
Y no sólo es esa certeza, sino que está acompañada de ataques iracundos en contra de los que no piensan como yo. Iracundos, crueles, ridículos.
No importa cuál sea el tema, el diálogo ha muerto.
(Hoy me centro en las elecciones en México pero estos mismos, mismos, mismos, mismos argumentos aplican para la guerra en Gaza o uno de los tantos conflictos-por-resolver-en-el mundo.)
Hoy, el enojo es la norma del discurso político nacional. En las redes sociales, en los medios, en los curules y en las meses de domingo; “líderes de opinión”, políticos de cualquier partido y ciudadanos de a pie nos batimos en insultos, en sarcasmos y descalificaciones banales y baratas en contra del enemigo (léase, el que no soy yo o el que no opina como yo).
El que se enoja pierde, el que se enoja pierde, el que se enoja pierde.
Estamos muy enojados.
Estamos perdidos.
Porque vivimos en un país en donde se nos ha olvidado que en política (y todos somos parte de la política) forma es fondo; hemos olvidado que la manera en que dices lo que piensas es casi o más importante que lo que piensas; hemos olvidado que el subir los decibeles de tu voz no le da veracidad a tus argumentos; hemos olvidado que el que grita más fuerte o el que insulta más hiriente automáticamente se aleja de la resolución de cualquier problema.
Y vivimos en un país en donde tenemos mucho que resolver.
Porque quizá la estridencia y la “inteligencia” del sarcasmo o la “simpatía” de los apodos que inventas, hacen que jales más adeptos y tengas más likes y corazoncitos de los que son tus similares. Pero alejan a los que son diferentes.
Y lo que necesitamos hoy en México es establecer interlocución NO con tu porra, sino con la bancada opuesta.
De nada sirve hacer que te aplauda tu banda si ese comentario corroe el país.
De nada sirve ganar adeptos si perdemos la capacidad de negociación.
El fondo de la discusión es imposible de resolver si no cuidamos las formas.
Porque no hay negociación sin diálogo. Y el diálogo ha muerto.
Hoy, en México, necesitamos establecer un diálogo con los que piensan diferente, con los que vienen de circunstancias diferentes, con los que votaron diferente.
Porque es con el fifí o el chairo o el priista o el morenista o el ateo o el cristiano apostólico, o el que está a favor o el que está en contra del aborto; es con el/la que está a 180 grados de distancia de mí, con quien vamos a tener que reconstruir el país de la mano. Nos guste o no.
Y nadie reconstruye ni una pieza de Lego con alguien a quien ha insultado o de quien ha recibido insultos.
Insultos y sarcasmo pueril y repetitivo, de ambos bandos.
KKs…FECAL…¿Cuántos años tienen para seguir haciendo chistes escatológicos?
La cenadora…El changoleón… La Cogupta… ¿Abona en qué? ¿Resuelve qué?
¿Burlarse de los vestidos y trajes? ¿Memes de las expresiones faciales? ¿A costa de qué?
Insultos, sarcasmo, juegos de palabras, apodos, lo único que hacen es polarizar y quitar el dedo de las verdaderas llagas que corroen al país. Cómo si no tuviéramos suficiente material real y de fondo como para criticar a alguien por feo o a otra por nalgona o por mal vestida.
La risa es increíble. Sin duda. El humor una muestra de inteligencia. NO hay nada más mexicano que reírnos de nuestras circunstancias. Somos amos del humor y de las ocurrencias… Pero la estridencia política disfrazada de humor está pavimentando el camino de México al infierno.
Vivimos, ya de por sí, en un país naturalmente polarizado por las diferencias socioeconómicas, no abonemos a joderlo más con nuestras palabras.
Ideas contrapuestas, siempre.
Palabras pendejas, no.
Se dice que la lengua es más hiriente que la espada y en este país, acribillado por ambas, queda clarísimo que es cierto.
Y sí, todos caemos en eso. El régimen y la oposición. La derecha y la izquierda. Es muy difícil ser una sociedad civil cordial y serena cuando tenemos un gobierno y una oposición que son los primeros en usar el insulto barato y clientelar.
Es casi imposible cuando el presidente polariza e insulta desde el púlpito. Pero es necesario.
Quizá como sociedad civil necesitamos poner el ejemplo y recordar que lo que necesita México no es alzar el tono de voz, sino de elevar el nivel del discurso.
En general, no solo en política somos una sociedad enferma. No dialogamos, no nos comunicamos, estamos inmersos en el celular y cada quien tiene una idea diferente. Los insultos, más y más groseros, parece que están compitiendo.S ver quién es más grosero. Y la polarización está muy fuerte
.Y la verdad no le veo fin. Muy abrumante todo.
Muy parcializada la autora. Pide diálogo cuando la oposición dijo hace 3 años: no aprobaremos NADA que venga del Ejecutivo... "moratoria constitucional" le llamaron y la extendieron a toda ley que pudiera surgir de pluma humana, quien fuera... El país no está polarizado: 70% apoya a AMLO y su proyecto de nación y del 30% que sería "oposición" hay apenas un 5% recalcitrante y millonario que paga millones a diario por ofender, odiar, criticar, mentir, manipular, tergiversar todo lo que diga y haga AMLO... Sí, son incongruencias las palabras de la autora, y sí importan Adina...