Estoy convencida que la única manera de combatir la locura que vivimos hoy como judíos en este mundo es a través de la Hasbara (explicarle a quienes NO conocen a los judíos y que, probablemente, tengan nociones preconcebidas quiénes somos, por qué somos).
Hoy tuve la oportunidad de ir a la prisión de Almoloya en Santiaguito a hacer una actividad de Januká con las mujeres privadas de su libertad.
Antes 130 mujeres (como 1/4 parte del penal) platicamos sobre lo que es ser judío, comimos sufganiot, pan con zatar, jocoque, pasteles de amaranto y prendimos una janukia.
Estas fueron mis palabras:
Todos los diciembres los judíos de todo el mundo celebramos la fiesta de Januká. La fiesta de la luz y de los milagros.
No creo que sea coincidencia que las fechas caen muy cercanas a la navidad, que también es una celebración de la luz y de los milagros. El milagro de Dios nacer y la luz que iluminó a todos para recibirlo en el mundo.
Como les dije la vez pasada que estuve aquí, estoy convencida que todas compartimos al mismo Dios, nada más en diferentes presentaciones.
Lo que es más, incluso para aquellas personas que no creen en Dios (que se vale) estoy convencida que TODOS LOS SERES del mundo compartimos la misma humanidad, la misma necesidad de recordar la luz que existe en nuestras vidas para vencer la oscuridad que nos rodea y la necesidad de recordar los milagros que existen en el día a día del mundo.
Albert Einstein, quien era un científico muy famoso, decía que habían dos maneras de vivir la vida. La primera como si NADA es un milagro, la segunda es vivir como si todo lo que nos ocurre en la vida es un milagro.
Aunque a veces no parezca.
Siempre podemos elegir el camino de la luz para ver esos milagros.
Aun en las peores circunstancias, aun en los peores pasados, aun en los peores momentos, siempre podemos decidir (porque es una decisión personal) seguir el camino de la luz.
Y no, no tenemos que seguir este camino para complacer a nadie más o para recibir nada a cambio. Elegir este camino de luz es, simplemente, la elección de la luz que está (SI O SI) dentro de cada una de nosotras.
Aunque esté olvidada, aunque sintamos que nunca la tuvimos, aunque sintamos que la perdimos. Siempre la podemos recuperar.
Cada año, durante 8 días, los judíos prendemos un candelabro con 9 velas.
El primer día prendemos una, el segundo día prendemos dos… y así hasta el último día (que casualmente es hoy) en donde prendemos 8.
Dirán que están mal mis cuentas ¿Si el candelabro tiene 9 velas porque prendemos sólo 8 días?
Porque una vela es el shamash. Una vela que se prende TODOS los días y que es la que nos ayuda a prender, una a una todas las demás.
Esto refuerza el poder de la luminosidad.
Prender una vela para poder prender las otras nos enseña el poder que tiene la luz.
Si una vela prende a otra, no pierde nada, al contrario, multiplica su luz.
Y así una a una, día a día, vamos prendiendo todas las velas.
Las quiero invitar a todas ustedes a que hoy, en esta fiesta de Januká, de la luz y de los milagros, prendamos juntas estas 9 velas y que con cada uno recordemos uno de los milagros que tenemos en la vida.
Primero, el shamash. La vela que prende todas las demás. Que nos recuerde el poder que está en cada una de nosotras. Si somos luz y la compartimos, si actuamos bien con los demás, si nos preocupamos por el prójimo, si hacemos pequeñas acciones a favor de los demás NO perdemos nada, no nos hacemos más débiles. Al contrario, nos fortalecemos e iluminamos más intensamente el mundo que nos rodea.
La primera vela que nos recuerda el milagro de la vida. El milagro de existir. De abrir los ojos cada mañana y de tener, cada día, la oportunidad de volver a empezar.
La segunda vela por el milagro de la gratitud, de encontrar, dentro de todos los problemas y percances, algo porque y para que agradecer.
La tercera vela es por el milagro de las pequeñas cosas. Estamos acostumbradas a fijarnos en las grande cosas de la vida, cuando, muchas veces, son los pequeños detalles, las pequeñas acciones y los pequeños momentos, que a veces parecen insignificantes, los que son milagrosos
La cuarta vela es por el milagro para tener fe en tiempos de odio y de cinismo. Y no necesariamente me refiero a la fe en Dios, aunque esa es importante no es la única manera de tener fe. Podemos tener fe en Dios, pero podemos y debemos tener fe en la fuerza de la comunidad, de nuestros semejantes.
La quinta vela es por el milagro de la valentía, de poder enfrentar los miedos y los percances y las chingaderas del mundo, con la cabeza en alto y la fuerza para luchar y sobreponerse. La valentía para enfrentar nuestro lado oscuro y nuestros errores. Una mujer valiente no es la que no tiene miedo, sino la que enfrenta las adversidades a pesar del miedo.
La sexta vela, tiene que ver con el milagro anterior, esta es por el milagro de la resiliencia. No sólo por poder enfrentar las cosas con valentía sino para tener la fuerza para enfrentarlas una y otra vez. Caerse y levantarse, siempre aprender de los errores y superarlos.
La séptima vela es por el milagro del aprendizaje. De crecer a través del conocimiento. De conocimiento de nosotras mismas y, también, del conocimiento que existe en el mundo. Como el camino para convertirnos en mejores y más completas personas.
Y por último, la octava vela. Para el milagro más grande de todos. El milagro del amor. Del amor a la gente que nos rodea, pero más más más importante que todo, el milagro del amor a nosotras mismas. Aprendernos a amar incondicionalmente.
Si nosotras somos luz podemos iluminar el mundo que nos rodea.
Los judíos siempre nos deseamos felices fiestas con una frase en hebreo: Jag Sameaj.
Así es que Jag Sameaj a todas y cada una de ustedes.
De todo el equipo de Katalyst y de la comunidad judía de México.
Gracias infinitas a Tatiana Ortiz Monasterios y Vanessa Coppel por invitarnos y a todo el equipo de la aceleradora-incubadora de Katalyst por hacer este día posible. Ilana, Daniela, Nicole y Alin, son lo máximo.
Llevar milagros a Almoloya
HERMOSO escrito y hermosa labor! pura luz para ti siempre!