El rito judío del duelo es milenario. Poco ha cambiado desde que los primeros judíos enterraban y lloraban a sus muertos y como actuamos hoy ante la muerte. Los plazos son estructurados (la primera etapa dura una semana, luego 30 días, luego once meses) y las tradiciones para cada etapa, férreas.
Para los no judíos, puede parecer un proceso muy estricto. Para mí, que no conozco otra manera de llorar a mis muertos, es un proceso que me da consuelo y que me permite seguir adelante.
La plegaria judía de luto se llama Kadish. Santificado.
Se dice cuando muere alguien. Se dice el día de su muerte. Se dice diario durante la semana de luto (Shive). Se dice en todos los rezos, todos los días, hasta 11 meses después de que fallece una persona.
El Kadish de luto judío no habla de la persona que falleció. Ni una palabra. Es una alabanza a Dios. Un juramento en el que vivos, a pesar del dolor por la muerte de un ser querido, mantenemos nuestra fe intacta en Dios.
Itgadal be itzkadash shemei rabam. Alabado y Santificado sea su nombre.
A los 11 meses de la fecha de la muerte (del entierro) acaba el luto oficial, se deja de decir Kadish, se cierra un capítulo y reinicia la vida para los deudos.
A pocos días de cumplirse los 11 meses de luto para los 1200 asesinados el 7 de octubre, a pocos días de que 1200 familias dejen de decir el Kadish de luto, no encuentro palabras de cierre. No encuentro palabras para marcar el final de la tragedia y el re-inicio de la vida.
Porque el pueblo judío, todo, hemos vivido 11 meses de un luto colectivo.
Un luto que acaba en un par de días y que debiera significar que la vida va a volver a cierta normalidad.
Pero hoy no encuentro ni consuelo, ni sosiego, ni esperanza. Ni perdón, ni olvido.
No sé de qué manera los deudos directos (los familiares), ni los deudos solidarios (el resto de los judíos) podemos cerrar este capítulo tan avasallador y trágico; ni la manera en que la sociedad israelí y los gazatís puedan retomar su vida.
No se ha cerrado ningún círculo. Sólo se han abierto más trincheras.
11 meses después siguen existiendo otras 108 familias que no saben si sus seres queridos, secuestrados en Gaza, están vivos o están muertos. Si van a necesitar, eventualmente, enterrarlos y empezar a decir Kadish.
La inevitabilidad del hito cronológico me avasalla y me llena de tristeza. Otra vez. La tristeza constante que me acompaña, que nos acompaña.
Se van a cumplir 11 meses, el fin oficial del luto, sin el reinicio de la vida.
PARA NADIE.
Las guerras, lo he escrito cientos de veces, nadie las gana. No conozco ningún israelí o ningún judío (en su sano juicio) a quien las tragedias que vemos, en ambos lado de la frontera, no lo calen hasta la médula.
Las decisiones de que es lo mejor, ante una situación tan compleja, son todas devastadoras. ¿Seguir en Gaza hasta rescatar a los rehenes con el costo enorme en vidas? ¿Dejar a Hamas seguir destruyendo la vida de los palestinos? ¿Atacar Líbano para vences a Hezbollah?
Las decisiones son entre malas y pinches (y no, nadie me haría caso sobre que hacer).
La primera vez que fui a Israel, a las 3 semanas del 7 de octubre, la situación era trágica y avasalladora pero parecía contenida y finita. En el primer trimestre del 2024 va a acabar, predecían…
Pasó el primer trimestre del 2024, y el segundo, va a acabar el tercero y no veo un fin en el horizonte. La guerra es cada vez más complicada. Más trágica.
Y por más que no esté de acuerdo con muchas políticas del gobierno de Netanyahu, cada día que pasa me queda más claro que luchar contra agentes irracionales (como lo son Sinwar, Hamas y sus facilitadores en Irán) quienes comercian con la carne de su propio pueblo como si fueran moneda de cambio para cumplir sus objetivos de guerra, hace imposible cualquier negociación lógica e, incluso, imposible apegarse a los mínimos estándares humanitarios de la guerra.
¿Este ciclo de luto cómo se cierra?
Tampoco veo un fin en el horizonte para el antisemitismo mundial. Lo veo peor que nunca. Estoy harta y agotada de los ataques en redes, de las cancelaciones de la gente, de las preguntas con jiribilla en los lugares más inapropiados. Estoy harta de lo que les dicen a mis hijos en las escuelas, de la violencia en las calles y de la indiferencia de tanta gente.
¿Este ciclo de luto cómo se cierra?
Estoy harta de los odiadiores anónimos y envalentonados, de los tontos útiles que se manifiestan en las calles sin saber porque y de los cobardes que no alzan la voz.
Estoy harta de las justificación que tenemos que dar los judíos cada día sobre lo que somos, sobre lo que defendemos y sobre el derecho de Israel a existir y a defenderse.
Estoy harta de tratar de explicar a gente sorda y ciega en occidente (masas adoctrinadas y ridículas que defienden lo popular en vez de lo correcto) que el verdadero enemigo de TODOS en occidente es el fundamentalismo islámico. Que nadie se salva de su ira.
¿Este ciclo de luto cómo se cierra?
Estoy harta de la tragedia de la guerra, de no encontrar camino para la paz (o, por lo menos, para un entente cordial). Estoy harta de ver las caras desgarradas de las madres de ambos bandos que no piden venganza sino concordia.
¿Este ciclo de luto cómo se cierra?
Creo que la tragedia del 7 de octubre es un ciclo que nunca se va a cerrar.
Un luto perenne. Que no va a acabar a los 11 meses, aun cuando dejemos de decir el Kadish.
Dejaremos de decir Kadish por los muertos ¿ahora en dónde encontraremos el consuelo?
Quizá tenemos, simplemente, que sustituirlo por otra plegaria.
Encontré esta frase en el Talmud (el libro de las leyes judías). Una frase que no alaba a Dios pero que cimienta nuestro lugar como seres humanos en la tierra, nuestro poder para hacer del mundo un lugar mejor… y, quizá, esto también sea fuente de consuelo.
Creo que la tenemos que repetir todos los días:
"Do not be daunted by the enormity of the world's grief. Do justly now, love mercy now, walk humbly now. You are not obligated to complete the work, but neither are you free to abandon it.”
"No te dejes intimidar por la enormidad del dolor del mundo. Se justo, ahora; se misericordioso, ahora; camina humildemente, ahora. No estás obligado a completar la mejora del mundo, pero tampoco eres libre de abandonarla".
Itgadal be itzkadash shemei rabam. Alabado y Santificado sea su nombre.
Muy bonito y sentido texto.
Mis referencias con la comunidad judía son de bonhomía.
Jugué americano con Daniel, y su familia fue siempre afectuosa y amigable.
Disfruté enormemente las clases de ciencia política con mi profesor Ezra Shabot.
Mi esposa trabajó en dos colegios judíos y siempre fueron atentísimos y cariñosos con ella.
Mi mejor cliente fue el Sr. Stern, un caballero en toda la extensión y el judío (de religión) más mexicano, o el más mexicano (de nacimiento) judío que conozco. Patriota y solidario con sus trabajadores. Un buenazo.
La sinrazón de la guerra es una tragedia para todos. Hago votos para que este mundo reaccione y La Paz y la solidaridad prevalezcan.
Un abrazo,
Muy interesante tu reflexión. Resueno con la tristeza y frustración en tus palabras porque yo me siento igual. No soy judía, pero no soy de palo. Esta situación parece no tener solución viable en un futuro próximo y es angustiante. Gracias por expresarlo desde el corazón, sin fanatismos ni prebendas. Kadish!