Para las grandes y pequeñas personas que compartieron este viaje conmigo.
Hiroshima. 12 de marzo 2025.
Es una ciudad normal. Fue lo primero que pensé mientras el tranvía pasaba de estación a estación. No se que esperaba encontrar. Después de una vida escuchando lo que aquí ocurrió el 6 de agosto de 1945, mi imaginario esperaba algo diferente. No se que. Quizá que en cada rincón estuviera marcado el hito que cambió la historia del mundo. No tenía porque haber estado. Sólo me sorprendió la normalidad.
Una ciudad en donde ha pasado tanto y hoy pasa la vida cotidiana.
Fuera del puñado de turistas que vienen (venimos) a hacer el peregrinaje atómico (no se de que otra manera llamarlo), el resto de los extranjeros son hombres y mujeres de negocios que vienen a trabajar en alguna de las mega empresas que aquí operan.
Aun así yo no me siento tranquila. Me embarga una enorme angustia. No se por qué. No es otro sitio turístico. Es lo que es.
Quizá la pregunta que me tengo que hacer no es que es lo que esperaba encontrar (que no existe) sino cuáles son las lecciones que quiero sacar.
En momentos tan convulsos del mundo. Lo que aquí pasó es lección. Son lecciones. Porque en Hiroshima hay muchas aristas que entender.
El fin de la más reciente (porque no se si decir la última) guerra mundial y el uso, por primera vez, de la fuerza atómica; el manejo de los poderes fácticos, lo terrible de la guerra en las poblaciones civiles, el inicio de la guerra fría, los debates sobre el uso o abuso de la ciencia…
El museo de Hiroshima es desgarrador. Pude uno haber googleado y aprendido una y mil veces los hechos y la trivia de lo que pasó… pero, al verlo in situ, son datos inútiles.
Preguntar el por qué de la bomba atómica es racionalizable (ojo, no digo que sea ni fácil ni poco controversial pero, tiene respuesta). Uno se refugia en los hechos. Por qué tiraron la bomba… por qué en Hiroshima… había o no otra opción para acabe la guerra…
Es en el para qué en donde la mente se pierde. En las caras, en las imágenes de las víctimas, de los sobrevivientes, en los objetos chamuscados, en las quemaduras...
Homo lupus homini. El hombre, depredador del hombre.
Hiroshima no es el único lugar en donde puedes ver estas historias. Yad vashem, Majdanek, cualquier campo en México. Algunos son emocionalmente más cercanos que otros, pero no porque le pase a “otro” deja de ser menos doloroso. A fin de cuentas no hay “otro”.
La repetición una vez más de la historia.
Aun con los llamados que existen en la plaza exigiendo la paz el fin del poder atómico, la esperanza de las palabras es demasiado inocente. El “nunca jamás” que, al parecer, hoy es “un día sí, un día no… nada más que no me toque a mi”.
Creo que la única lección que deja Hiroshima, y que tan importante es hoy, es que la reconstrucción material y la reconciliación humana es posible… pero SÓLO si se quiere y se trabaja por ella.
“Muchos turistas me preguntan como es que perdonamos a los americanos -nos dice una de las guías, originaria de Hiroshima y que sus padres vivieron la época postguerra-. La disyuntiva era clara: o perdonábamos lo que para nosotros era imperdonable y nos reconstruíamos como una ciudad y sociedad normal, o nos quedábamos atados al pasado y hundidos…”
Entiendo ahora el triunfo de ser una ciudad normal.
Y luego remató la guía sonriendo “y, además, unos años después, nos dieron a Elvis Prestley.”
Querida, como siempre muy atinada en tus comentarios. Te quedaste corta?, SI, hay cientos o tal vez miles de lugares en todo el mundo en donde el hombre no ha sabido convivir con el hombre. El poder económico es factor?, si, lo hemos visto lo hemos vivido y creo que en el resto de mis días lo seguiré viendo a diario. Fuerte abrazo.
Y el remate, “… nos dieron Elvis Presley..” conmovedor!