Hoy empieza Januká la fiesta judía de la luz y de los milagros.
Ocho días prendemos velas, ocho días agradecemos los milagros que Dios hacía por nosotros “en tiempos pasados y en los tiempos presentes”.
Estoy segura de que los milagros divinos siguen existiendo. Que hay milagros en cada parto fácil y en cada muerte ligera, que la mano de Dios está presente en los bisturíes de los doctores en un quirófano, que lo inexplicable tiene un toque de divino.
Pero, cada día me queda más claro que la mayor parte de los milagros en la vida son los pequeños milagros que hacemos los seres humanos, cada uno de nosotros, los unos por los otros, a conocidos y a desconocidos; milagros cotidianos, milagros constantes. Milagros que quizás no reconocemos como milagros porque menospreciamos su importancia en el momento que suceden, pero que lo son.
Esas chispas de bondad que encienden llamas de grandeza; esos destellos de apoyo que nos dan fuerza en los momentos más necesarios; esas manos que sostienen, esos brazos que confortan, esas palabras que sanan, esas sonrisas que impulsan, esas miradas que acompañan; esas acciones valientes que abren camino y ponen ejemplo.
Son milagros porque cambian el rumbo, porque sostienen, porque nos recuerdan sobre lo que es importante.
Esos son los milagros que, hoy, nos rodean. Esos son los milagros que recibimos todos los días pero, sobre todo, esos son los milagros que hacemos en la vida de los demás.
Einstein decía que los seres humanos se dividen en dos, aquellos que transitan su vida como si nada fuera un milagro y aquellos que la viven como si todo fuera un milagro.
Hoy vivimos en un mundo en donde existe un escepticismo absoluto sobre la existencia de lo milagroso, una certeza sobre la ausencia de lo divino. Vivimos en un mundo en donde pensamos que lo milagroso y lo cotidiano no intersectan.
Irónicamente vivimos en un mundo cada vez más necesitado de milagros. De los divinos y de los humanos. De los mundiales y de los personales. Y si bien, no sabemos donde o bajo que condiciones los realiza Dios, si tenemos completo control sobre los que podemos hacer cada uno de nosotros.
Ojalá y esta semana, con cada vela que prendamos, recordemos la capacidad infinita que tenemos cada uno de nosotros de llevar luz a la vida de los demás, que en nosotros está lo divino.
Seamos. Nosotros. En tiempos presentes. Hacedores de milagros.
Buen dia, Chula!
Te mando un abrazo y me uno a tus intenciones de luz y de milagros.
Desde Yecapixtla, reino de la cecina.
BTW: en el condominio donde vivo, hay dos turnos de vigilantes. A los de ayer, les hice una cena especial, la pasaron con un frio de calar los huesos. Al turno de hoy, que no son nada amables -los hay-, se sorprendieron que les lleve galletitas y café calientito esta manana.
Ojalá y se haga el mayor milagro de todos
PAZ
PAZ EN EL MUNDO, PAZ EN ISRAEL PAZ ENTRE LOS SERES HUMANOS. COMO ENSEÑO CRISTO. AMAOS LOS UNO A LOS OTROS HAG SAMEAJ Y FELIZ NAVIDAD GLORIA EN EL VIELO Y PAZ EN LA TIERRAA LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD