¿Hablar del Holocausto sigue siendo vigente? ¿Cómo?
Hoy, en Yom Hashoa, el día judío de conmemoración del Holcausto
Hace 10 años, mi hija, tomó esta foto en el Museo de la Vida Judía de Vasrsovia.
Una pared con los nombres de todos los judíos polacos fallecidos en campos de concentración.
Chelminsky. Chelminski, Chelminsky de Lodz, Chelminsky de Klodowa (el pueblo de mi familia), Chelminski de decenas de pueblos, hoy perdidos, de Polonia.
¿Familiares? ¿Simple homónimos? No importa. “Fun únzere”, hubiera dicho mi abuelo en Idish, de los nuestros.
Es innegable que para los judíos, sobre todo los que nacimos en el siglo 20, que somos hijos o nietos de contemporáneos del Holocausto, el sentimiento que nos genera el tema del exterminio Nazi tiene una connotación diferente de lo que es para el resto de la humanidad. Más cruda, más real, más personal.
Una parte muy considerable de las familias de mis 4 abuelos murieron en campos de concentración o en los estragos de la guerra. Cuando yo crecí, las heridas históricas, no que nunca sanen, todavía supuraban.
Es innegable que no es un sentimiento que se comparte. A las personas no judías, incluso las más empáticas, humanas y judeo-fílicas, el tema les llega de manera diferente. No menos trágico pero menos personal.
Para algunos es una página terrible en un libro de historia, para nosotros es un tatuaje en el ADN.
Conforme pasan los años el tema del Holocausto empieza a perder relevancia en la cultura colectiva mundial y empieza a ser manipulado en otras narrativas.
Mucho más allá de los negacionistas y revisionistas históricos (que, al parecer, son un grupo al que le echaron fertilizante), para la gente de a pie el escozor del tema y lo inverosímil de la tragedia se empieza a desvanecer. Una tragedia entre tantas.
Este año se cumplen 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial y de la liberación de Auschwitz. Una eternidad en este mundo de inmediatez. Para muchos, tan historia antigua como historia antigua son Las Cruzadas o el descubrimiento de América. Material de un examen. Ya no parecer material vigente de reflexión y de acción.
Siempre asumimos que el Holocausto es una tragedia universal y cuyas lecciones iban a ser perpetuas e inamovibles. Craso error
Porque sí, el Holocausto Judío es, sin duda, una tragedia de toda la humanidad (la peor) pero sus lecciones no han “envejecido bien”. Se oyen repetitivas y su impacto en el presente se minimiza o se manipula en pos de otras narrativas (que, ojo, no dejan de ser trágicas pero no son equiparables).
Salvo algunas honrosas excepciones, no hemos podido “modernizar” lo que tenemos que saber del Holocausto para que siga teniendo la vigencia, impacto y relevancia que se necesita en el mundo actual.
La magnitud de la tragedia del Holocausto judío sigue y seguirá siendo inconmesurable, pero su diatriba en la vida actual tiene que cambiar.
¿Pueden los no judíos empatizar hoy con la tragedia que ocurrió en “un lugar muy lejano hace mucho tiempo”? ¿Pueden los jóvenes judíos que lo llevan en la sangre pero que tienen esta lejanía temporal, encontrar la relevancia que tiene en la historia del pueblo judío y de ellos mismos?
Y, más importante, ¿PODEMOS SEGUIR ENCONTRANDO LECCIONES EN LA TRAGEDIA QUE SEAN VIGENTES HOY Y QUE NOS DEN PAUTA PARA CONVERTIRNOS EN UNA MEJOR SOCIEDAD?
Estas preguntas no son ni retóricas ni pequeñas.
Sí, tenemos que seguir enseñando la historia, y esa no ha cambiado. Es fundamental tener una idea básica y real sobre lo que pasó, pero lo que debemos realmente enfatizar es como esta historia tiene que dar paso a la acción… Y estas enseñanzas tienen que modernizarse y adaptarse a los tiempos.
La lección tradicional de la enseñanza sobre el Holocausto siempre fue:
“Quien no conoce la historia está condenado a repetirla, nunca jamás”.
Pero esto hoy suena hueco.
¿Cómo puede ser el grito de recuerdo “Nunca Jamás” si desde 1945, que acabó la guerra, hemos visto miles y miles de tragedias que quizá no son iguales en la escala pero que copiaron e incluso “mejoraron” los exterminios sistemáticos? ¿Cómo podemos hablar de “Nunca Jamás” en un mundo plagado de discursos de odio y de discriminación y de asesinatos por razones de género, religión, preferencias?
Sí, damas y caballeros, aun conociendo la historia los seres humanos somos capaces de repetirla. Peor aún, somos capaces de empeorarla.
El “Quien no conoce la historia es capaz de repetirla” es, un poco, pensamiento mágico: con que conozcas la historia AUTOMATICAMENTE no la repites. De nuevo, craso error.
Craso error no hacer énfasis en la acción y responsabilidad individual que TODOS Y CADA UNO DE NOSOTROS tenemos que asumir para que el nunca sea jamás.
(Odio citar a Arjona pero) El Holocausto Judío va a mantener su relevancia en la historia de la humanidad sólo si se convierte en verbo, no sustantivo.
Y la acción individual en un mundo tan convulso empieza por alzar la voz por lo que es lo correcto. Se en contra de lo que nos atañe o sea en contra de lo que atañe a alguien más.
A 80 años de Auschwitz lo que no se nos tiene nunca que olvidar es la existencia de “upstanders”, de miles de personas que escondieron, ayudaron, salvaron, alimentaron y actuaron en contra del régimen nazi.
No sólo los “famosos” como Oskar Schindler o Raoul Wallenbreg o Irena Sandler, sino las miles y miles de personas gentiles anónimas, de a pie, que salvaron vidas, muchas veces poniendo la suya en peligro, porque era lo humanamente correcto.
Puede ser que hayan sido una cantidad mínima en comparación con los “bystanders”, aquellos que callaron y no hicieron nada, pero los valerosos existieron, salvaron vidas e hicieron un cambio. Héroes que son el ejemplo de lo mejor del espíritu humano.
Y los valerosos tienen que existir hoy. En lo grande y en lo chico. En lo que tiene un costo personal. En lo que implica valor. En lo que es estar en contra de lo que “todos dicen o hacen”.
Las tragedias van perdiendo su escozor con el paso del tiempo pero la valentía nunca pierde su lugar en el libro de la historia.
Hola Adina, cómo mamá de adolescentes, católica practicante, estoy convencida de que la historia debe ser contada y trasladada a los niños y jóvenes, para precisamente traerla al presente, y de esta forma poder hacer las analogías del pasado que la humanidad tiene con el presente que vivimos y un futuro que podamos no cambiar, simplemente, mejorar!
El primer libro que mi hijo mayor leyó sobre el holocausto, lo llevo a preguntarme mucho, hoy él tiene 15, esto fue hace 5 años. Su inocencia de niño lo llevó a cuestionar cómo había sido tanta crueldad posible, y de ahí vino una inquietud voraz en él y sus hermanos por seguir hablando de un tema no solo de Guerra, si no de religiones y al final, ideologías por las cuales la humanidad busca la división, cuando al final la única respuesta es, si todos viviéramos la palabra RESPETO, y el verbo AMAR, por convicción y como un credo de vida, sería fácil mejorar el futuro!
Leer, leer, leer.
Si no lees no pasa nada
Pero si lees, pasará mucho.
La historia debe ser contada y traída a la realidad actual, para que entonces, los chavos de hoy, tengan herramientas para decidir lo NO quieren repetir o seguir viviendo.
Saludos desde Guadalajara!
Y si, aqui estamos. Los que lograron sobrevivir este Holocausto que quedo tatuado en todos nuestros corazones. Los Chelminsky de Klodawa, esos mismos, esos valiente Samuel, Abraham,David, Esthercita, que lograron caminar por las montanas y llegar a puerto seguro, trayendo aqui a sus mismos padres. Esos padres que construyeeronel Templo Agudat Ajim, en la calle de Parral. Esos Chelminsky, descendientes del gran rabino Hillel..... esos.... aqui estamos, muy agradecidos de su esfuerzo por sobrevivir, por salvarse y por formar una vida plena y una comunidad en este glorioso país que nos acogió y al cual estamos y estaremos mas que agradecidos por la gran libertad y vida que nos han dejado tener aqui . A los Chelminsky, que tan orgullosos portamos este apellido. A esta gran familia. A estos heroes que lograron salir de ese intento de acabar con nosotros...... y por ellos.... por ellos.. debemos de seguir existiendo. Excelente artìculo. Felicidades. Nunca olvidar. Nunca, para poder perpetuar.