La primera vez que oí el nombre Yahya Sinwar fue a los pocos días del 7 de octubre cuando los detalles de la masacre empezaban a ser conocidos y él se planteaba como el mastermind detrás de los horrores.
Todo lo que es maldito lo vi reflejado en sus ojos. Siniestro. Vil. Macabro. Su sonrisa, me revolvía el estómago. El mal personificado.
En algún ataque (bastante banal) de buscar consuelo en esos primeros días, guardé unas cervezas muy preciadas y difíciles de conseguir que tengo y me dije “el día que muera Sinwar con estas voy a celebrar”.
Tantas veces imaginé mi grito de felicidad el día que anunciaran su muerte.
Hoy, que me entero de la noticia, me siento (parafraseando a Pink Floyd) uncomfortably numb. Incómodamente adormecida.
El grito de felicidad que pensé tener atorado en la garganta, se quedó mudo. Las lágrimas de felicidad que pensé derramar, no salieron. Vi la noticia y me quedé petrificada. Vi las fotos de su muerte, que circulan en redes (de él, muerto, con medio seso de fuera) y se me revolvió el estómago.
Y ojo, mi opinión sobre su avasalladora maldad y culpa no disminuye ni medio segundo. Si el infierno existe, que se pudra ahí.
Pero la pregunta obligada es qué hay que festejar.
¿Qué hay que celebrar? ¿El horror de esta guerra que no va a acabar con su muerte? ¿El tsunami de muerte y destrucción que deja de ambos lados de la frontera?
¿Qué hay que celebrar? ¿Un conflicto sin solución a la vista? ¿Esta muerte va a solucionar algo? ¿Se murió el titiritero o sólo el títere de Irán? ¿Su muerte acerca el alto al fuego?
¿Qué hay que celebrar? ¿Un líder menos pero decenas de líderes en potencia más? Líderes con la misma escuela de terror, de desprecio por la vida.
¿Qué hay que celebrar? ¿La fantasía de que al encontrarlo se iban a encontrar a algunos rehenes? No se encontró a ninguno. A ninguno.
Y lo más trágico e importante ¿Qué hay que celebrar? ¿Qué, en buena medida por sus acciones, la causa del pueblo palestino al que él decía proteger y luchar está completamente desahuciada? ¿Qué el proceso de paz está más lejano que nunca y que la solución de dos estados (que creo yo es la única estabilidad viable) es, hoy, casi imposible? No fue un mártir, no fue un líder, fue un verdugo de su propio pueblo.
No celebro su muerte. Porque, aun con ella, nadie va a poder descansar en paz.
La cerveza auto-prometida se quedará guardada para algún día en el que haya algo que celebrar. No creo que sea pronto.
Me encanta tu forma de escribir de externar tus dudas y frustraciones por favor no pares saludos
Querida Adina me encanta tu forma de expresarte
Te felicito pues es un don que no todos tenemos
Además te mando un abrazo